El objetivo principal del Comercio Justo es ayudar a los campesinos más vulnerables a salir de la pobreza promoviendo unas condiciones de trabajo dignas, libres de explotación y garantizándoles un pago justo por sus productos. Pero no hay que olvidar que el comercio va mucho más allá. Frente a modelos basados en la explotación indiscriminada de los recursos naturales y las personas más vulnerables para la obtención del máximo beneficio económico, el Comercio Justo promueve un modelo completo de producción, comercialización y consumo en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para ello se basa en 10 principios, entre los cuales se encuentra la protección del medio ambiente.
Medio ambiente, alimentación sostenible y Comercio Justo
Las Naciones Unidas nos recuerdan que el modelo actual de producción y consumo es claramente insostenible y que en 2050 necesitaríamos el equivalente a casi 3 planetas si queremos generar los recursos naturales necesarios para mantener nuestro modo de vida actual.
Según los datos publicados por el proyecto “Our World in Data”, sólo la producción de alimentos ocupa la mitad de la tierra habitable y es responsable del 70% del consumo humano de agua dulce. Además, también es responsable del 78% de la contaminación del agua con nitratos y fosfatos y de más de la cuarta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
Mientras tanto, los pequeños campesinos de los países empobrecidos encargados de alimentar a la mayor parte de la humanidad son uno de los colectivos más vulnerables a las amenazas ambientales del cambio climático, la contaminación y la escasez del agua, la pérdida de fertilidad de los suelos y las plagas.
En este contexto, el Comercio Justo se convierte en un arma poderosa para la protección de nuestro planeta y para la supervivencia de nuestro sistema alimentario. Organizaciones como IDEAS, junto con sus aliados como la Fundación Maquita en Ecuador ayudan a las familias campesinas vulnerables dentro de sus programas de Comercio Justo y a través de proyectos de cooperación a adoptar mejores prácticas, a protegerse de los riesgos ambientales como el cambio climático y la erosión y a conseguir precios más altos por sus productos gracias a la certificaciones de agricultura ecológica y de Comercio Justo.
Tanto el Comercio Justo como las certificaciones ecológicas promueven unos estándares muy elevados de respeto al medio ambiente. Sin embargo, esos estándares son casi imposibles de alcanzar para la mayoría de los pequeños productores que carecen de la capacidad técnica y de los recursos económicos necesarios.
Las organizaciones de Comercio Justo juegan un papel clave ya que suplen precisamente estas carencias y permitiendo a las familias campesinas hacer una transición hacia modelos de producción más ecológicos y resilientes.
Aprendiendo a cuidar la naturaleza con el Comercio Justo
Un buen ejemplo son las mujeres productoras de caña de azúcar y de panela ecológica de la región del Cotopaxi. Gracias a nuestro proyecto financiado con fondos de cooperación de la Junta de Andalucía estamos consiguiendo que mujeres de cuatro cooperativas campesinas produzcan panela ecológica certificada de alta calidad y valor añadido a través de un manejo sostenible de sus cultivos.
El proyecto ha puesto en marcha una escuela de cañicultura con el objetivo capacitar a las productoras para que puedan cultivar la caña de azúcar bajo estándares ecológicos, evitando el uso de fertilizantes químicos y plaguicidas que contaminan el agua y el suelo y que, a la larga, hacen que el cultivo de la caña sea insostenible.
Se enseñan técnicas de cultivo respetuosas con el medio ambiente, como el deshojado de la caña. La retirada puntual de las hojas secas de la cañas en fases concretas del crecimiento del cultivo aumenta la aireación y la luminosidad alrededor de la caña, lo que le permite generar más azúcar y aumentar así el rendimiento de la cosecha.
La hoja cortada se deja en el suelo, ya que sirve de fertilizante natural y conforma una barrera física que amortigua la lluvia y preserva la humedad, protegiendo así el suelo de la erosión (un gran problema ambiental en las pendientes de la cordillera andina). Finalmente, el deshoje tiene el beneficio de hacer que se endurezca la superficie del tronco de la caña, haciéndola más resistente de manera natural a plagas de insectos.
Maquita también trabaja para que todas las familias campesinas de las cooperativas agrícolas que forman parte del programa aporten estiércol y residuos vegetales de sus fincas (como las cáscaras de plátano que aportan potasio) y aprendan a realizar el abono líquido en una planta comunitaria. Se valorizan así los residuos de manera colectiva y organizada para la preparación de fertilizantes orgánicos, evitando la compra innecesaria de abonos químicos que se usan en la agricultura convencional.
En nuestras fincas ecológicas se utiliza la hoja de caña como fertilizante natural que se complementa con el fertilizante líquido producido en las cooperativas y con la plantación entre las cañas de plantas leguminosas (distintas variedades de fréjol) aportan nitrógeno de manera natural al suelo.
Finalmente, en la agricultura convencional, toda la caña se cosecha a la vez dejando la finca desnuda y el suelo compactado por el uso de maquinaria. En cambio, las cañicultoras ecológicas van cosechando paulatinamente solo aquellas cañas que han alcanzado su punto de maduración y que contienen el máximo de azúcar, respetando el ciclo natural del crecimiento del cultivo y evitando dejar el suelo desnudo. Para el transporte de la cosecha fuera de la finca, se utilizan mulas que evitan la compactación del suelo. Estas prácticas ayudan a que el suelo conserve su estructura y su fertilidad de manera sostenible y disminuyendo la erosión.
La agroecología: Biodiversidad y Sostenibilidad frente al monocultivo
Maquita siempre usa un enfoque de cultivo familiar agroecológico. Esto quiere decir que, frente al monocultivo de la agricultura tradicional, en las fincas de nuestras productoras se potencia la biodiversidad a través del cultivo estratégico de distintas especies de hortalizas, cereales y frutales (limón, naranja, guayaba, naranjilla, guaba, banano, la granadilla y maracuyá). Igualmente se potencia la crianza de ganado que de carne y leche, así como de gallinas libres que se comen los insectos protegiendo a los cultivos de posibles plagas.
Este enfoque cumple un doble objetivo: por un lado, la protección de los ecosistemas agrícolas a través del fomento de la biodiversidad que permite un mantener el mejor equilibrio ecológico. Por otro lado, se fomenta la diversificación tanto en las fuentes de alimentación como de ingresos de las familias campesinas, fortaleciendo así seguridad tanto económica como alimentaria.
El mosaico de las parcelas de cultivo se completa con barreras vivas compuestas por especies de los bosques nativos, que hacen de barreras protectoras contra la contaminación externa y las plagas. La conservación de las especies autóctonas dentro de los espacios agrícolas promueve la integración de las parcelas de los cultivos en los ecosistemas locales.
El resultado que se consigue es que las parcelas de nuestras cañicultoras pueden seguir explotándose de forma sostenible y minimizando los impactos ambientales. Mientras que las plantaciones de caña tradicionales agotan el suelo en pocos años, las tierras cultivadas con técnicas agroecológicas permiten su explotación de manera sostenida en el tiempo, con ejemplos de fincas agroecológicas en la zonas que llevan manteniendo su fertilidad más de 50 años.
Organización y medios para proteger el planeta
Además de la escuela de cañicultores y de las prácticas agrícolas sostenibles, nuestro proyecto ha puesto en marcha actividades organizativas y medios técnicos que también redundan en una protección efectiva del medio ambiente.
Por un lado, Maquita y las cooperativas beneficiarias del proyecto han negociado con las autoridades locales para la puesta en marcha de un sistema de gestión de residuos no orgánicos. Las familias campesinas ya tienen que quemar los residuos plásticos y envases en sus fincas como se hacía tradicionalmente poniendo en riesgo su salud y generando un foco de contaminación que podía afectar a sus cosechas. Actualmente las familias almacenan y transportan sus residuos a puntos de recogida comunitarios por los que pasa semanalmente un camión de las autoridades locales para la recogida y el procesamiento de los residuos.
Por otro lado, el proyecto ha enseñado a nuestras productoras protocolos mas eficientes, seguros y limpios para producir la panela (el azúcar natural de caña) y ha instalado en sus fincas 28 hornos que requieren menos combustible para llevar a cabo el proceso. Actualmente los hornos se alimentan en un 80-90% de bagazo (restos de caña tras obtener su jugo) y tan solo un 10 o 20% de leña. Gracias a mejoras técnicas se ha reducido significativamente la necesidad de obtención de leña y por tanto la deforestación de los bosques nativos, que sufren presión a causa de la talas para obtener combustible.
El compromiso ambiental de IDEAS:
No existe Comercio Justo sin protección del medio ambiente. Mas allá de nuestra actividad con nuestros productores y proveedores desde IDEAS trabajamos duro para asegurar que nuestros productos son lo más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente posible.
Por eso, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de innovar y mejorar aspectos como el empaquetado (usando tintas ecológicas, eliminando aluminio, etc) y el transporte (Compartiendo envíos por mar con otras organizaciones europeas de comercio justo), que son cruciales en la de la sostenibilidad del nuestras actividades. Por último, estamos orgullosos de contar con el catálogo más amplio de España de productos con doble certificación de Comercio Justo y de agricultura ecológica, lo que sin duda da la medida de nuestro compromiso con el medio ambiente.